31 de diciembre de 2009

Colleja

La vida nos grita a la cara lo tontos que somos de vez en cuando... Más a menudo de lo que cabría esperar.
Este año esa bronca me provoca una sonrisa. Porque si no nos apetecía celebrar mucho al recorrer estos tiempos que nos han tocado. Llega ella y nos pega esa colleja que nos hace despertar, de la manera más dulce pero más directa.
En los albores de estas fiestas que no nos movían a celebrarlas, nos regala a Mateo.
Y claro, abro los ojos y miro más allá de tres palmos de mis narices y veo a Álex y a Rocío con el pequeño Mateo. Y por un momento, me pareció ver que este me guiñaba un ojo y me susurraba: "Eh, tita Vir, ¿qué es eso que veo? ¿una sonrisa?".
Y sé, no creo, ni pienso. Sé. Lo sé, que lo mejor de las nocheviejas es que estamos aquí otro año más, a pesar de todo y gracias a todo, presenciando y compartiendo todas aquellas cosas en las que apenas reparamos y a las que realmente debemos llamar vida.
Enohorabuena por otro año y los mejores deseos para el nuevo.

¡Ah! Gracias Mateo.


14 de diciembre de 2009

Imágenes

El margen de un río, a su paso por un polígono industrial. Con ese bloque de casas, solitario, entre naves enormes. Ropa tendida salpicando la mugrienta fachada.
Un bingo de barrio con sus luces de neón recién encendidas, parpadeantes, y señoras con las bolsas y los carros de la compra, entrando mecánicas y solas.
El último autobús suburbano, un lunes. Y una mujer con un niño dormido en sus brazos, mirando por esa ventanilla, sin ver.
El patio de un colegio en horas de clase, una mañana de invierno.
Un bar de carretera secundaria de madrugada.
Cualquier edificio abandonado con rastro de la vida que acogió.
Una pared cargada de carteles, asomando unos encima de otros, capas y capas de tiempo pasado y amarillo.
Una anciana tomando su merienda sola, en una cafetería a media tarde.
Un niño entre las miles de sombrillas idénticas de la playa, buscando la única que es diferente, la suya.
Una pareja comiendo sin hablarse, sin mirarse, sin comerse...
Todas las miradas que se pueden encontrar en el largo recorrido que supone el pasillo de un hospital.

No tienen un recuerdo asociado, no tienen un antecedente, simplemente inquietan, hielan, encogen... Hay tantas imágenes desoladoras...