"¡Ahora sí!", me digo, "Se acabó. Ya no da para más". Y taxativamente, rotundamente, férreamente puedo afirmar que ha llegado el final.
Y empiezo a devanarme los sesos intentando reconfortarme. Comienzo a escribir el desenlace del guión. Hago mil y una cábalas sobre el qué pasará ahora.
Porque todo principio tiene su final, frase mánida, usada, manoseada, pero no por ello terriblemente cierta.
Puede que llegue el desgaste, puede que sea algo inesperado. Puede que sea lo mejor que vaya a ocurrir, o que nos duela como puñetazo a traición. Lo único cierto es que está ahí y hay que asumirlo... hay que tragarlo.
O no.
Quizá un brillo, un destello... un nímio gesto, una pequeña señal... me hacen darme cuenta de que no todo está perdido, de que quizá trabajando un poco vuelva a estar en plena cresta.
Porque el desear y el poder en más de una ocasión se hacen uno, aunque seamos como topos y veamos sólo un punto de luz, cuando lo que queremos es un cañón entero.
Porque aunque nos creamos al borde del precipicio, sólo estamos mirando hacia abajo. Levantando la cabeza nos encontraremos con un puente, grande o enclenque, pero un puente.
Porque hay ocasiones en que ese final, en realidad es un principio.
Porque no siempre soy una hija de Grecia.
P.D. Gracias Eli (Kapurtala), por darme el empujón con tu relato.
25 de marzo de 2008
18 de marzo de 2008
¡¡¡Socorro!!!
Quiero levantar ampollas y lo único que consigo son livianos escozores.
Pretendo soliviantar conciencias y parece que las tranquilizo
Necesito remover algo en la entrañas y lo único que se mueve son mis tripas a cierta hora del mediodía...
¿Dónde se perdió el pez torpedo? ¿En qué punto se convirtió en dorada carpita?
¿Qué me pasa?
¿Me estaré haciendo vieja?
¿Volviendo blanda? ¿Políticamente correcta? ¿Vaga?
Es peor aún... estoy perdiendo la perplejidad... cada vez me asustan menos cosas.
Gracias por no dejar que me ciegue del todo.
Pretendo soliviantar conciencias y parece que las tranquilizo
Necesito remover algo en la entrañas y lo único que se mueve son mis tripas a cierta hora del mediodía...
¿Dónde se perdió el pez torpedo? ¿En qué punto se convirtió en dorada carpita?
¿Qué me pasa?
¿Me estaré haciendo vieja?
¿Volviendo blanda? ¿Políticamente correcta? ¿Vaga?
Es peor aún... estoy perdiendo la perplejidad... cada vez me asustan menos cosas.
Gracias por no dejar que me ciegue del todo.
11 de marzo de 2008
Touche
Hay frases, palabras, gestos... que nos dejan en cueros, como diría mi madre; que nos muestran tal como somos, sin defensa, sin barrera.
Ante esa mala pasada de nuestro cerebro; probablemente en estado alterado, ya sea artificialmente: alcohol, drogas... Ya sea por algún estímulo natural: cabreo, indignación, ingenuidad... Sólo nos queda taparnos las vergüenzas con las dos manos, como en una película de dibujos animados, como en los mejores comics de "Mortadelo y Filemón" e intentar hacer que los interlocutores desvíen la atención a cualquier nímio detalle que pase por delante.
Por suerte, en ocasiones eso que sale a raudales por nuestra boca, no es algo tan comprometido, incluso nos damos cuenta que lo podíamos haber expresado con todo el orgullo.
Pero por desgracia, la mayoría de las veces es nuestro Mr. Hyde el que sale disparado y se planta delante del personal haciendo muecas y burlas horribles.
Y es entonces cuando aquél que es tan anticonsumista, resulta que en su fuero interno se ve montado en un Ferrari y vestido de Armani. Y ese que es tan idealista le metería una hostia bien dada a cualquiera que le lleve la contraria. Y éste, sí, éste tan desprendido y heróico, resulta que no ve más allá de su diminuto universo: él mismo.
Pero no todo es tan malo, no, también nuestra lengua nos hace sonreír, incluso arregla lo que pensábamos imposible.
Cuando pronunciamos un "perdón" que hacía un momento hubiera sido como un tortura decir.
O cuando nuestro ojos emiten un "te quiero" a gritos, cuando era el secreto más hondo y oscuro que teníamos.
Cuando grita y se revuelve por evitar esa injusticia que llevamos tanto tiempo presenciando y a la vez, ahogando por las represalias.
En esos momentos incluso nos sentimos orgullosos de ser unos bocazas.
Lástima que últimamente no ha sido esta última situación la que hemos estado tragándonos, sin poder abrir la boca como nos gustaría.
Por fin han acabado las elecciones, que nos deparará nuestra querida democracia ahora...
Ante esa mala pasada de nuestro cerebro; probablemente en estado alterado, ya sea artificialmente: alcohol, drogas... Ya sea por algún estímulo natural: cabreo, indignación, ingenuidad... Sólo nos queda taparnos las vergüenzas con las dos manos, como en una película de dibujos animados, como en los mejores comics de "Mortadelo y Filemón" e intentar hacer que los interlocutores desvíen la atención a cualquier nímio detalle que pase por delante.
Por suerte, en ocasiones eso que sale a raudales por nuestra boca, no es algo tan comprometido, incluso nos damos cuenta que lo podíamos haber expresado con todo el orgullo.
Pero por desgracia, la mayoría de las veces es nuestro Mr. Hyde el que sale disparado y se planta delante del personal haciendo muecas y burlas horribles.
Y es entonces cuando aquél que es tan anticonsumista, resulta que en su fuero interno se ve montado en un Ferrari y vestido de Armani. Y ese que es tan idealista le metería una hostia bien dada a cualquiera que le lleve la contraria. Y éste, sí, éste tan desprendido y heróico, resulta que no ve más allá de su diminuto universo: él mismo.
Pero no todo es tan malo, no, también nuestra lengua nos hace sonreír, incluso arregla lo que pensábamos imposible.
Cuando pronunciamos un "perdón" que hacía un momento hubiera sido como un tortura decir.
O cuando nuestro ojos emiten un "te quiero" a gritos, cuando era el secreto más hondo y oscuro que teníamos.
Cuando grita y se revuelve por evitar esa injusticia que llevamos tanto tiempo presenciando y a la vez, ahogando por las represalias.
En esos momentos incluso nos sentimos orgullosos de ser unos bocazas.
Lástima que últimamente no ha sido esta última situación la que hemos estado tragándonos, sin poder abrir la boca como nos gustaría.
Por fin han acabado las elecciones, que nos deparará nuestra querida democracia ahora...
3 de marzo de 2008
32
Treinta y dos años... 11.688 días con sus noches.
Desayunos, comidas, cenas...
Despertares, madrugones, sueños, pesadillas...
Clases, libros, materias, historias...
Estirones, fiebres, cambios...
Compañeros, profesores, maestros...
Ilusiones, decepciones, aciertos, errores...
Decisiones, pasos...
Experimentos, descubrimientos, sorpresas...
Sensaciones, sentimientos...
Luchas, insomnios, esfuerzos, guerras...
Deseos, anhelos...
Envidias, rencillas, lágrimas...
Ciudades, países, caras, maravillas...
Alegrías, fiestas, sonrisas, besos...
LLuvia, sol, nieve, niebla...
Chopito, Gominola, Welly, Gala, Whisky...
Cariño, camaradería, amor, familia...
Papá...
Mamá...
Estrella y África...
Mis niñas...
Caiñete...
Mi maleta. Mi viaje.
Y luego me dicen que si me gusta cumplir años...
Gracias.
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