orgullo.
(Del cat. orgull).
1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
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¿Por qué hacemos de todo un arma de doble filo? ¿Por qué llevamos todo a su extremo? ¿Por qué no encontramos nunca la "justa medida"?
De las mejores semillas puede, al final, nacer la peor hierba, la venenosa.
De la mejor casta puede nacer el peor engendro.
De las mejores intenciones salen los más cruentos crímenes.
El orgullo es el que nos mueve a defender con uñas y dientes lo que hacemos, lo que vivimos, lo que amamos..., en definitiva quienes somos.
Pero también es el que nos hace cerrar los ojos, acallar las palabras, maniatar a la comprensión..., en definitiva quienes podemos llegar a ser.
Como siempre, jueces y verdugos del compañero de viaje y madres indulgentes con nosotros mismos.
Desde luego que en los tiempos que corren necesitamos seguir con él este abrupto camino en el que nos hemos metido (¿de qué habremos pecado?), pero mejor llevarlo de la mano con una sonrisa que subido a la chepa, machacando hasta a nuestra jorobada sombra.
29 de junio de 2009
5 de junio de 2009
Batallitas
Me provoca una extraña mueca, entre dolor, asco y finalmente risa, si es que esos tres sentimientos se pueden combinar en una cara cual cocktail servido en una copa helada. Porque algo helada también me quedo y quizá en algunos momentos hasta rozando la ira, con lo cual se deduce que termina subiéndome la temperatura, en una rara reacción en cadena fisiológica.
Es irónico, triste y hasta asqueante como a los hijos de la fortuna nos gusta acallar la conciencia. Como nos autoproclamamos soldados de una batalla que no existe porque sencillamente no la hemos creado, tampoco queremos, ni nos apetece una mierda hacerlo.
Pero tenemos boca y nos han regalado buenísima educación, así que gracias a ello llenamos nuestra cabeza de palabras grandilocuentes tan huecas como nuestras intenciones e incluso somos capaces de plasmarlo en páginas y páginas que iluminarán a los ciegos y grises robots que, claro, están a años luz de nuestra visionaria conciencia y con todo eso no sólo nos quedamos tranquilos sino que podemos erigirnos en lo más alto de la cúspide contestataria y sonreír satisfechos por lo considerados e idealistas que somos, siendo conscientes de lo agradecidos que estarán todos los sin voz porque nosotros gritemos por ellos y...
Y nos quejamos. Sí nos quejamos de lo duro que es vivir en nuestra piel cuando estamos cada día yendo a trabajar en nuestros coches que más tarde irán más que repletos con todas nuestras compras que llenarán los amplios armarios de nuestras casas que luciremos en reuniones con todos esos amigos con los que nos quedaremos degustando esos caprichos nocturnos que nos abren la mente para arreglar este mundo...
Ninguno nos atrevemos a girar la cabeza, mirar al de al lado y verle, y con una sonrisa de las de antaño y una mano en el hombro, espetar un abierto: "¿Qúé tal"?
Pero sinceramente, ¿alguien puede echarlo en cara?
Es irónico, triste y hasta asqueante como a los hijos de la fortuna nos gusta acallar la conciencia. Como nos autoproclamamos soldados de una batalla que no existe porque sencillamente no la hemos creado, tampoco queremos, ni nos apetece una mierda hacerlo.
Pero tenemos boca y nos han regalado buenísima educación, así que gracias a ello llenamos nuestra cabeza de palabras grandilocuentes tan huecas como nuestras intenciones e incluso somos capaces de plasmarlo en páginas y páginas que iluminarán a los ciegos y grises robots que, claro, están a años luz de nuestra visionaria conciencia y con todo eso no sólo nos quedamos tranquilos sino que podemos erigirnos en lo más alto de la cúspide contestataria y sonreír satisfechos por lo considerados e idealistas que somos, siendo conscientes de lo agradecidos que estarán todos los sin voz porque nosotros gritemos por ellos y...
Y nos quejamos. Sí nos quejamos de lo duro que es vivir en nuestra piel cuando estamos cada día yendo a trabajar en nuestros coches que más tarde irán más que repletos con todas nuestras compras que llenarán los amplios armarios de nuestras casas que luciremos en reuniones con todos esos amigos con los que nos quedaremos degustando esos caprichos nocturnos que nos abren la mente para arreglar este mundo...
Ninguno nos atrevemos a girar la cabeza, mirar al de al lado y verle, y con una sonrisa de las de antaño y una mano en el hombro, espetar un abierto: "¿Qúé tal"?
Pero sinceramente, ¿alguien puede echarlo en cara?
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