Bendita sinceridad virtuosa, que parece reinar en nuestros días. Todo tiene que ir acompañado de ti, todo tiene que ir lanzado con tu fuerza, arrojado con tu omnipotente brazo. Quien te tiene como amiga tiene un tesoro; quien, por desgracia, es el blanco de tu ira queda hundido en la miseria, porque todo, dicho a través de tu boca, cobra heroicidad y limpieza, osadía y valor.
Ay, del que se atreva a pasarte por alto, a tenerte escondida, a dejarte a un lado, porque ese es el impuro, el intrigante, el miserable, aunque lleve como adalid todas las virtudes, aunque su alma sea brillante y sin mácula.
Pero, ay de aquel del que hable por tu boca, pero no le dictes justo lo que el respetable quiere oír.
Ay, del que lleves a sus últimas consecuencias y a todos los demás nos parezca una abominación por mucho que haya sido por ti mediante.
Ay, de la pobre marioneta por ti y la masa zarandeada.
Porque en este, nuestro mejor mundo posible y, para algunos, poco mejorable, se debe, es de obligado cumplimiento ser sincero, aunque con ello nos llevemos por delante al compañero; pero, ante todo, se debe ser políticamente, modernamente, culturalmente y originalmente correcto.
Y oh, paradoja, así es imposible ser verdaderamente sincero o decir sinceramente la verdad.