En nuestro viaje vital, en ocasiones, encontramos lugares en los que nos apetece quedarnos un tiempecito, hay veces que hacemos de ellos nuestro hogar y vivimos allí, otras nos los quedamos como refugio de vacaciones y acudimos allí a evadirnos, de vez en cuando.
Tristemente en esas latitudes llegan huracanes, tsunamis o se producen terremotos que nos los hacen completamente hostiles, también pueden llegar otros viajeros y ocupar el que era nuestro espacio.
Pero nosotros nos aferramos a ellos como si nos fuera el hálito vital. No levamos anclas ni las dejamos levar haciéndonos más daño del que ya se ha producido.
Y qué doloroso es cuando vemos a uno de los nuestros, sí, a uno de esos que nos gusta llevar en la maleta de compañero de viaje, amarrado a la que era su tierra, sin poder hacer nada para soltarle, verle sangrando por agarrarse, y lo único que nos queda es curarle las heridas para que pueda mantenerse.
Nos aferramos a las cosas, a las ideas, a los sentimentos, a las personas y llegado el momento, no somos capaces de ver el fin, de ver que más que aportarnos algo, aquello nos está enfermando. De percartarnos que incluso si nos dejamos libres, puede que al tiempo, volvamos voluntariamente a sus fueros a hacer una visita alegre y se nos reciba con los brazos abiertos.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero es también el que se enquista en ella como una garrapata.
Por qué no somos capaces de dejar marchar. Por qué no somos capaces de aceptar la evidencia. Por qué no nos damos cuenta de que hay terrenos que nunca nos han pertenecido y que es mejor abandonarlos cuando lo piden a gritos.
Seguro que tenemos muchas respuestas o quizá no hay ninguna.
Aquello que nos ha hecho tan felices puede hacernos tanto daño e igualmente nosotros podemos herir de muerte por el simple hecho de no abrir las manos y despedirnos.
La distancia es el olvido, o por lo menos, si no es la cura sí el analgésico, y es necesaria para reencontrarnos con nosotros mismos, pero nos cuesta tanto asumirla.
Lo único que me queda es estar a tu lado y ayurdarte a remar para que te alejes lo antes posible.
Cuando lo leas sabrás que éste va por tí.
Y no olvides que somos unos cuantos de tripulación.
6 comentarios:
PLAS, PLAS, PLAS.
Efectivamente, sabes que somos muchos en el barco.
No se si el "Barco Pirata" o el de "Vacaciones en el Mar", pero estamos en él.
¡¡¡ ME PIDO VIGÍAAAA !!!
Es evidente el por qué, no?
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SOY EL QUE MÁS GRADOS DE VISIÓN TIENE !!!!!
esto me ha calado chica... comparto totalmente esta idea... eres grande !!!
en fin...........
Ultimamente escucho mucho a Jimenez
lo Santos y ese humor de cloaca
ay madre que me da algo...no quiero ni pensar que ese mochilero esta sufriendo y que no soy capaz de verlo...
no se que sta pasando.... llevo unos dias sin leerte y no se que esta pasando, besitos
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