Navidad 2ª parte

Miraba a mi alrededor y en todas partes explotaba la alegría como si me estuvieran lanzando misiles de felicidad. Me encerraba, encendía la televisión y no había nada que me pudiera distraer, todo eran fiestas y sonrisas. Huía a la calle y todo eran manos entrelezadas, abrazos y besos... reencuentros...
Y claro que había regalos, y cenas y turrones pero todo estaba oscuro, la casa, los semblantes, las voces, el corazón... Nada servía de parapeto. No encontaba ni un candil oxidado que me diera una llamita.
Lo que se siente al no tener una navidad como la de los demás es eso: oscuridad. Estás rodeado de espumillón, guirnaldas y bolas de colores pero son negros a tus ojos.
Por suerte, van apareciendo en tu vida pequeñas lucecitas que se van haciendo cada vez más grandes hasta que teminan por iluminarlo todo.Van pasando los años y el agujero negro se va cerrando, ya no lo absorbe todo con tanta fuerza.
Pero aunque ya no sea más que un triste socabón, de vez en cuando,se traga un poquito de esos maravillosos destellos, y hay un día que echas la vista atrás y vuelves a pasearte por el abismo con los ojos apretados para no llorar. Eres afortunado, toda esa claridad que ahora te inunda te rescata y procuras no mirar ni con el rabillo del ojo. Te repones a base de olvido forzado.
Lo único malo es que esa amargura no se elimina nunca. Y en tu fuero interno sabes que hay mucha más gente de la que pudieras abarcar con la mente que la va a servir como cena en raciones dobles, triples, cuádruples...
Y es eso...eso, justo eso, lo que no te gusta de la puñetera navidad.

P.D. Gracias a todas mis luces por hacer que me guste... aunque sea un poquito.