Él la miró cómo si fuera la primera vez que la veía, como había hecho siempre, no hacía otra cosa nada más que mirarla, años y años de miradas... y nada más. Pero siempre la veía cómo la primera vez, esa extraña aureola que tienen las personas cuando te fijas en ellas, ese extraño calor que nos invade, ese pequeño malestar que no sabes muy bien cómo explicar pero que se apodera de todo tu ser... Pues eso, eso exactamente era lo que sentía cuando la veía cada mañana.
-"Una barra Félix, por favor"- Y él se daba la vuelta lentamente, cogía la barra, tostadita claro, y volvía a mirarla una vez más, lo que eran instantes, pueden ser horas si te lo propones.
Veinte años así, veinte años mirándola, veinte años oyendo las mismas 4 ó 5 palabras de su boca, haciendo de 1 minuto una vida, extrujando la esencia de su último pelo, de la última arruga de su vestido, de la última nota de su perfume...
Y vuelta a la realidad, con una sonrisa en los labios...
No hacen falta más que unos segundos cada día... pero qué segundos!
6 comentarios:
Muy lindo de verdad !!! a ver si nos sigues sorprendiendo con cosas así. petonsss !!!
Que guapo, Vir¡¡¡ me ha encantado¡¡ Ya vi que el aperitivo del sabado muy bien... jejeje Mil besitos¡¡¡
Son amores eternos de cinco segundos.
ojo, que la panadera es mi mujer, ehhhhh¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Justo cuando empezaba a echar de menos un poco de romanticismo...ya he colgao en el blog, mi mas leal amiga!
Joooder, que movidón.
No sabía ni que Felisuco era panadero y trabajaba en el "Sami" (tienda de ultramarinos en Villalba) ni que tu le comprabas el pan!!!!!!!!!
Maaaaaaaaaadre
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