Una niña sudanesa en el suelo, el buitre acechándola, esperando al último extertor para abalanzarse sobre la exhausta figura.
Eso es lo que Kevin Carter nos quiso escupir a la cara, como una metáfora de la abyecta situación mundial.
Y en un principio todo fue así, la foto dio la vuelta al mundo, como otras muchas de Carter, incluso le llegó el Pulitzer, no sólo ya por la foto, sino por todo el trabajo que había realizado durante años y años en Sudáfrica. Mostrándonos la otra cara de la realidad, porque existen varias realidades conviviendo a la vez y lo peor de todo es que, en muchos casos, no llegamos ni atisbarlas.
Es verdad que llevaba una coraza, es verdad que ya sólo tenía la mirada como si sus ojos fueran un objetivo y un diafragma, es verdad que estuvo veinte minutos esperando para que el buitre abriera las alas y tener una imagen todavía más terrible. Pero también es verdad que esas fotos daban la vuelta al mundo y nos decían lo partícipes que somos de esas otras realidades, que nunca hubiéramos llegado a imaginar, por horribles, por crueles, por reales...
En un momento dado, la realidad de Kevin Carter, también dejó de serlo. Ya no fue un héroe, fue un mercenario. Ya no era un mensajero, era un mercader. Ya no había que encumbrarle, había que desterrarle a esa otra realidad del condenado...
Y de repente, como si de la propia foto se tratara, Sudán y sus niñas y sus buitres y su nefasta situación y sus seres humanos vagando como muertos vivientes, y toda la conciencia que podíamos haber tomado, se archivaron en el albúm de las realidades perdidas, olvidadas, pero no por ello menos reales, menos hirientes.
De repente, la realidad era Kevin Carter y su egoísmo "real", su mezquindad "real"... De repente en una sociedad como la nuestra el utilitarismo es el más bajo de los delitos y el fotógrafo era un delicuente "real", que utilizaba a los grandes medios, que nos utilizaba a todos para su propio y exclusivo beneficio...
Cuándo hicieron que desviáramos la mirada, en qué momento no tuvimos conciencia de la realidad, en qué momento nos metieron en la cabeza que lo realmente necesario era condenar a Kevin Carter y no tomar conciencia de la foto, esa foto que era un país entero masacrado, explotado, extenuado...
Kevin Carter se suicidó el 27 de julio de 1994 en Johannesburg. Los dictados de la realidad, en ese momento, nos decían que la conciencia le hizo quitarse la vida. Pero nadie conoce la realidad de Kevin Carter, aunque se supone que es una y la misma para todos.
Quizá por eso quiso negar cualquiera de ellas, por haberlas conocido todas y saber que se pueden crear, destruir y transformar al antojo... siempre del más poderoso.
¿Es tu realidad la verdad?
2 comentarios:
Joder. Tenia ganas de que alguien de una vez defendiera a este tio. Y es tarea difícil, hay que echar a un lado unos cuantos moralismos y escrupulos banales. Gracias niña, me ha calao esto.
Kevin Carter no era ni el ángel del Pulitzer ni el demonio que precedió a su suicidio. Era un tío, supongo yo, que quiso retratar cosas que otros ni se atrevieron a mirar. No hizo nada por salvar a la niña, pero ¿qué hicieron los que le criticaron? Lo mismo.
Hoy no hay fotos como la de Carter. La más famosa es la del National Geographic. Blanca. Que sirve lo mismo para denunciar la pobreza en la tierra que para anunciar autobronceador. Los periodistas y los fotógrafos no son salvadores del mundo (y el que se lo crea, malo malo). Pero tampoco son sus asesinos.
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