La vida nos grita a la cara lo tontos que somos de vez en cuando... Más a menudo de lo que cabría esperar.
Este año esa bronca me provoca una sonrisa. Porque si no nos apetecía celebrar mucho al recorrer estos tiempos que nos han tocado. Llega ella y nos pega esa colleja que nos hace despertar, de la manera más dulce pero más directa.
En los albores de estas fiestas que no nos movían a celebrarlas, nos regala a Mateo.
Y claro, abro los ojos y miro más allá de tres palmos de mis narices y veo a Álex y a Rocío con el pequeño Mateo. Y por un momento, me pareció ver que este me guiñaba un ojo y me susurraba: "Eh, tita Vir, ¿qué es eso que veo? ¿una sonrisa?".
Y sé, no creo, ni pienso. Sé. Lo sé, que lo mejor de las nocheviejas es que estamos aquí otro año más, a pesar de todo y gracias a todo, presenciando y compartiendo todas aquellas cosas en las que apenas reparamos y a las que realmente debemos llamar vida.
Enohorabuena por otro año y los mejores deseos para el nuevo.
¡Ah! Gracias Mateo.
31 de diciembre de 2009
14 de diciembre de 2009
Imágenes
El margen de un río, a su paso por un polígono industrial. Con ese bloque de casas, solitario, entre naves enormes. Ropa tendida salpicando la mugrienta fachada.
Un bingo de barrio con sus luces de neón recién encendidas, parpadeantes, y señoras con las bolsas y los carros de la compra, entrando mecánicas y solas.
El último autobús suburbano, un lunes. Y una mujer con un niño dormido en sus brazos, mirando por esa ventanilla, sin ver.
El patio de un colegio en horas de clase, una mañana de invierno.
Un bar de carretera secundaria de madrugada.
Cualquier edificio abandonado con rastro de la vida que acogió.
Una pared cargada de carteles, asomando unos encima de otros, capas y capas de tiempo pasado y amarillo.
Una anciana tomando su merienda sola, en una cafetería a media tarde.
Un niño entre las miles de sombrillas idénticas de la playa, buscando la única que es diferente, la suya.
Una pareja comiendo sin hablarse, sin mirarse, sin comerse...
Todas las miradas que se pueden encontrar en el largo recorrido que supone el pasillo de un hospital.
No tienen un recuerdo asociado, no tienen un antecedente, simplemente inquietan, hielan, encogen... Hay tantas imágenes desoladoras...
Un bingo de barrio con sus luces de neón recién encendidas, parpadeantes, y señoras con las bolsas y los carros de la compra, entrando mecánicas y solas.
El último autobús suburbano, un lunes. Y una mujer con un niño dormido en sus brazos, mirando por esa ventanilla, sin ver.
El patio de un colegio en horas de clase, una mañana de invierno.
Un bar de carretera secundaria de madrugada.
Cualquier edificio abandonado con rastro de la vida que acogió.
Una pared cargada de carteles, asomando unos encima de otros, capas y capas de tiempo pasado y amarillo.
Una anciana tomando su merienda sola, en una cafetería a media tarde.
Un niño entre las miles de sombrillas idénticas de la playa, buscando la única que es diferente, la suya.
Una pareja comiendo sin hablarse, sin mirarse, sin comerse...
Todas las miradas que se pueden encontrar en el largo recorrido que supone el pasillo de un hospital.
No tienen un recuerdo asociado, no tienen un antecedente, simplemente inquietan, hielan, encogen... Hay tantas imágenes desoladoras...
18 de noviembre de 2009
Ciegos, tuertos, reyes y demás...
Quiero que alguien me explique cómo es eso de llevar siempre la razón. Es más, tengo la imperiosa necesidad de sentirme por un día en posesión no sólo de la verdad absoluta, sino del encanto, la primicia, la exclusiva, la omnipresencia... Es decir, todo aquello que lucen con gala y ornato los que se creen, no ya tuertos, sino videntes, en el país de los ciegos, cuando no son más que tullidos a los que su alma ha dotado de un enorme perro guía que les defiende a capa y espada, llamado vanidad.
Porque amigos, aunque desde esta palestra que me he construido parezco una persona totalmente segura e incluso podría decir, orgullosa. Esa apariencia está años luz de la realidad, este espíritu crítico que me posee desde que tengo uso de razón, hace que mida, cuente, calibre y sujete cada palabra, acto y omisión. Escuche, admita y afirme a todo el que venga a servirme en bandeja las grietas de todas mis bases. E incluso llegar a hacerme invisible donde hace un segundo creía que todavía tenía algo que decir.
Claro que, puestos a pensar, eso de ser ciego sin más defensa que una chichonera y las propias manos siempre extendidas hacia adelante, ha hecho que a veces, sólo a veces, esté totalmente segura de eso que estoy asiendo con fuerza. Aunque venga cualquier publicista de sí mismo a venderme su pequeño universo de sombras a bombo y platillo, eso sí, siempre con la mejor intención y la más bonita de las sonrisas.
Al fin y al cabo, debe ser muy duro ser perfecto.
Porque amigos, aunque desde esta palestra que me he construido parezco una persona totalmente segura e incluso podría decir, orgullosa. Esa apariencia está años luz de la realidad, este espíritu crítico que me posee desde que tengo uso de razón, hace que mida, cuente, calibre y sujete cada palabra, acto y omisión. Escuche, admita y afirme a todo el que venga a servirme en bandeja las grietas de todas mis bases. E incluso llegar a hacerme invisible donde hace un segundo creía que todavía tenía algo que decir.
Claro que, puestos a pensar, eso de ser ciego sin más defensa que una chichonera y las propias manos siempre extendidas hacia adelante, ha hecho que a veces, sólo a veces, esté totalmente segura de eso que estoy asiendo con fuerza. Aunque venga cualquier publicista de sí mismo a venderme su pequeño universo de sombras a bombo y platillo, eso sí, siempre con la mejor intención y la más bonita de las sonrisas.
Al fin y al cabo, debe ser muy duro ser perfecto.
26 de octubre de 2009
Dinosaurio
Cuenta la leyenda urbana que si un sonido a un volumen muy alto se acompasa al ritmo cardiáco éste puede perderse e incluso llegar a la muerte.
Anoche pude comprobar que esto es una enorme falacia.
Porque anoche la música de Dinosarurio sonaba, grande, enorme, hasta llegar a acompasarse con todos los corazones de los allí congregados, hasta hacer que todos y cada uno latiéramos al unísono.
Y nadie murió, por supuesto que no, sino que viajamos, con ese ritmo por alas fuimos a lugares tan lejanos como nos marcaban sus notas o tan cercanos como las caricias de sus melodías, o la mirada desde la pantalla.
Llevábamos el paso marcado por el soldadito del piano, de expedición con el robot en su universo, perdiéndonos en el bosque mientras jugábamos con el monstruo... Oscilábamos desde lo desconocido a lo cotidiano con suave fluidez o con contundentes golpes. Nos perdíamos en el exterior cuando intentábamos encontrar la salida de nuestro interior...
Claro que si un grave, un sonido, se acompasa con tu corazón no mueres. Al contrario, vives un instante en la eternidad por esa canción, montado en un Dinosaurio.
Gracias.
Anoche pude comprobar que esto es una enorme falacia.
Porque anoche la música de Dinosarurio sonaba, grande, enorme, hasta llegar a acompasarse con todos los corazones de los allí congregados, hasta hacer que todos y cada uno latiéramos al unísono.
Y nadie murió, por supuesto que no, sino que viajamos, con ese ritmo por alas fuimos a lugares tan lejanos como nos marcaban sus notas o tan cercanos como las caricias de sus melodías, o la mirada desde la pantalla.
Llevábamos el paso marcado por el soldadito del piano, de expedición con el robot en su universo, perdiéndonos en el bosque mientras jugábamos con el monstruo... Oscilábamos desde lo desconocido a lo cotidiano con suave fluidez o con contundentes golpes. Nos perdíamos en el exterior cuando intentábamos encontrar la salida de nuestro interior...
Claro que si un grave, un sonido, se acompasa con tu corazón no mueres. Al contrario, vives un instante en la eternidad por esa canción, montado en un Dinosaurio.
Gracias.
23 de octubre de 2009
Líneas
Existe una fina línea, imperceptible diría yo, pero infinita.
Es esa línea que nos separa de cualquier estado, final, consecución, premio...
Desde lo más pequeño y cotidiano a lo más grande y trascendental. El sueño, el deseo, el amor, el odio, la mediocridad, el éxito, la locura, la felicidad...
Estamos al borde de esa minúscula línea en miles de ocasiones, pero si alzamos la vista no llegamos a abarcarla.
Podemos agarrarnos a ella como a un salvavidas, cuando algo, alguien, nosotros mismos, nos empujamos a cruzarla.
Podemos tomar miles de kilómetros de carrerilla para saltar apenas unos milímetros, sin conseguirlo en la vida.
Podemos quedarnos sentados observando el otro lado, creyendo que cuando queramos podemos alargar la mano, sin hacerlo nunca.
Podemos cruzarla sin querer, de un tropezón.
Incluso podemos jugar con ella como a la comba, durante toda nuestra existencia.
Nos encontramos con varias, decenas, miles. Las eludimos o las buscamos. Temblamos o nos lanzamos con los ojos cerrados. Hemos llegado hasta a arrepentirnos de cruzar alguna que otra.
Hasta lo último que hacemos es cruzar una, la más fina..., la más difícil.
Es esa línea que nos separa de cualquier estado, final, consecución, premio...
Desde lo más pequeño y cotidiano a lo más grande y trascendental. El sueño, el deseo, el amor, el odio, la mediocridad, el éxito, la locura, la felicidad...
Estamos al borde de esa minúscula línea en miles de ocasiones, pero si alzamos la vista no llegamos a abarcarla.
Podemos agarrarnos a ella como a un salvavidas, cuando algo, alguien, nosotros mismos, nos empujamos a cruzarla.
Podemos tomar miles de kilómetros de carrerilla para saltar apenas unos milímetros, sin conseguirlo en la vida.
Podemos quedarnos sentados observando el otro lado, creyendo que cuando queramos podemos alargar la mano, sin hacerlo nunca.
Podemos cruzarla sin querer, de un tropezón.
Incluso podemos jugar con ella como a la comba, durante toda nuestra existencia.
Nos encontramos con varias, decenas, miles. Las eludimos o las buscamos. Temblamos o nos lanzamos con los ojos cerrados. Hemos llegado hasta a arrepentirnos de cruzar alguna que otra.
Hasta lo último que hacemos es cruzar una, la más fina..., la más difícil.
9 de octubre de 2009
Todo merece la pena...
Puede hacer reír hasta límites insospechados, con una frase incluso una palabra.
Es capaz de dar la vuelta a cualquier embrollo y que sea lo más sencillo del mundo.
Tiene la capacidad de escuchar y observar, sin querer imponer ni enjuiciar.
Convierte un pantalón de pijama en un espectáculo circense diario.
Sabe dar la mano, besar, abrazar... Algo que, aunque no lo hayáis pensado nunca, no es nada fácil.
Te presta sus alas y hace que vueles, hasta lo más alto, allí donde nadie te alcanza.
Tiene un don para hablar con gatos, geckos, monos..., y que estos la adoren.
Si miras fijamente esos ojos grandes, allí en el fondo, puedes ver ese refugio donde te gustaría vivir.
Te hacer sentir, en cada momento, la persona más importante, la única.
Y hace que todo, absolutamente todo, merezca la pena.
Te amo Vicky.
Y si mañana no existiera, es igual, todo ha merecido la pena.
ESTO NO SE PARA...
Es capaz de dar la vuelta a cualquier embrollo y que sea lo más sencillo del mundo.
Tiene la capacidad de escuchar y observar, sin querer imponer ni enjuiciar.
Convierte un pantalón de pijama en un espectáculo circense diario.
Sabe dar la mano, besar, abrazar... Algo que, aunque no lo hayáis pensado nunca, no es nada fácil.
Te presta sus alas y hace que vueles, hasta lo más alto, allí donde nadie te alcanza.
Tiene un don para hablar con gatos, geckos, monos..., y que estos la adoren.
Si miras fijamente esos ojos grandes, allí en el fondo, puedes ver ese refugio donde te gustaría vivir.
Te hacer sentir, en cada momento, la persona más importante, la única.
Y hace que todo, absolutamente todo, merezca la pena.
Te amo Vicky.
Y si mañana no existiera, es igual, todo ha merecido la pena.
ESTO NO SE PARA...
29 de septiembre de 2009
YO soy RARO
Tengo que ser RARO. Tengo que ser original. Tengo que ser inclasificable, indefinible, inadpatado... Tengo que tener aficiones impronunciables, ineludibles e irrealizables. Tengo que ser ÚNICO en mi especie, en mi entorno, en mi hábitat... Tengo que ser todo un animal en peligro de extinción. Tengo que ser el primero, el único y el PRECURSOR. Tengo que sentir que el mundo está contra MÍ y que yo peleo contra el mundo. Tengo que saber que NADIE me entiende y que no comprendo a nadie. Tengo que tener la certeza de que sé más que ELLOS y de que ellos no conocen ni la decima parte. Tengo que afianzarme cada día en este increíble YO.
Pero por una décima de segundo todos y cada uno de nosotros hemos necesitado de un TÚ, (aunque sea vulgar, ordinario y esté a años luz).
Pero por una décima de segundo todos y cada uno de nosotros hemos necesitado de un TÚ, (aunque sea vulgar, ordinario y esté a años luz).
12 de septiembre de 2009
El monstruo
Brit pop, ciberpunk, drum and bass, trip hop, down tempo, house, energie, gothic rock... Hapennings, performances, raves, festivales, showrooms, macroconciertos, jam sessions... Cine digital, videoarte, instalaciones electrónicas... Rafting, puenting, bugging, parkour, skate, cycling, snowboard... Y más de lo que la imaginación pueda abarcar, más, muchísimo más...
Y con todo ello hemos creado un monstruo y se devora a sí mismo..., y nos devora a nosotros... Simplemente, porque se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
Y con todo ello hemos creado un monstruo y se devora a sí mismo..., y nos devora a nosotros... Simplemente, porque se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
Se aburre...
14 de agosto de 2009
Algo...
¿Qué necesitas para recuperarte? ¿Qué te hace falta para volver a ser tú? ¿Qué produce que tu interior se estremezca desde los cimientos? ¿Qué puede hacer que no haya nada más, ni nada menos?
Algo que has podido estar buscando desde... desde que te diste cuenta que desgraciadamente, lo perdiste. (Ya sé que suena obvio, pero no lo es, ni fácil, ni inmediato...).
Algo que por mucho que investigues, observes, disecciones, no sabes cómo definir, qué nombre poner, porque se te ha olvidado, porque la costumbre lo mató.
Algo que crees que ya no te corresponde porque ya lo saboreaste, pero lo terminaste fagocitando, asimilando y eliminando.
Algo tan sencillo, tan simple que te parece mentira que lo sea.
Algo como tomar esa decisión de ir a tal sitio o tal otro. Como decidir cómo pasar la noche. Como poner una canción u otra. Como tomar otra copa más o no...
Algo como cruzar una mirada, escuchar una risa, decir unas palabras...
Algo tan simple como saber tu nombre, quién eres, qué haces...
Algo tan normal como una noche más hace un año...
Algo..., que hace que la recuerdes para siempre.
Gracias por eso: tan simple, sencillo, instantáneo, efímero... Por esto: tan grande, fuerte, completo...
Graciaspor ti... y por mí.
Algo que has podido estar buscando desde... desde que te diste cuenta que desgraciadamente, lo perdiste. (Ya sé que suena obvio, pero no lo es, ni fácil, ni inmediato...).
Algo que por mucho que investigues, observes, disecciones, no sabes cómo definir, qué nombre poner, porque se te ha olvidado, porque la costumbre lo mató.
Algo que crees que ya no te corresponde porque ya lo saboreaste, pero lo terminaste fagocitando, asimilando y eliminando.
Algo tan sencillo, tan simple que te parece mentira que lo sea.
Algo como tomar esa decisión de ir a tal sitio o tal otro. Como decidir cómo pasar la noche. Como poner una canción u otra. Como tomar otra copa más o no...
Algo como cruzar una mirada, escuchar una risa, decir unas palabras...
Algo tan simple como saber tu nombre, quién eres, qué haces...
Algo tan normal como una noche más hace un año...
Algo..., que hace que la recuerdes para siempre.
Gracias por eso: tan simple, sencillo, instantáneo, efímero... Por esto: tan grande, fuerte, completo...
Graciaspor ti... y por mí.
23 de julio de 2009
"Tal cómo éramos"
Sierra noroeste de Madrid, calurosísimo 22 de julio a una hora no menos calurosa, alrededor de las cinco de la tarde, unas cuantas féminas, (y podría poner la mano en el fuego por unos cuantos entes masculinos), nos encontramos cada una en nuestra casa, pegadas al televisor y al sofá pero eso ya por el calor, reviviendo ávidas una historia que no sé cuántas veces hemos podido recorrer, pero aún así no podemos dejarla pasar de nuevo.
Quizá en algunos momentos hasta repetimos los diálogos con los protagonistas y aunque sabemos de sobra qué va a pasar, seguimos indignándonos o emocionándonos con sus decisiones y sus desvelos.
Después, en uno de esos salones de la sierra, tres de esas féminas nos enfrascamos en un acalorado debate sobre lo que hemos visto, como si no lo hubiéramos tenido ya infinidad de veces... Pero lo mejor es que, en cada una de ellas llegamos a conclusiones diferentes, o nos intercambiamos los roles, o discutimos sobre otros detalles, o simplemente nos contagiamos las emociones y los recuerdos que nos produce, o...
Podríamos estar horas enlazando además de ésa, otras tantas cartársis que nos producen otras no pocas historias. Subiendo hasta la cima, riéndonos a carcajadas y aturullándonos al hablar. Cavando hasta el infierno, abriéndonos en canal y poniendo las vísceras encima de la mesa. Iniciando y subsanando más de uno y de dos rifirafes que se producen por el camino. Embelesándonos con imágenes inolvidables, dignas de cualquier coleccionista de arte millonario. Pero siempre, con ese brillo en los ojos que te produce la satisfacción plena.
Ayer a las cinco de la tarde una cadena de televisión programó Tal como éramos de Sidney Pollack y durante dos horas sé que unos cuantos hogares tenían los platos sin fregar, la ropa húmeda sin tender y la piscina y el calor no existían. Y ayer a las siete de la tarde cuando ya había acabado, no hacíamos otra cosa más que expulsar todo aquello que nos hace sentir. Compartir esa experiencia tan onanista como es ver una película.
Ayer fue Tal como éramos, otro día puede ser Un tranvía llamado deseo o Rompiendo las olas u Hoy empieza todo o Irma la dulce o miles, millones más...
Todo comienza con el primer segundo de cualquier película, pero no termina nunca. Adoro los "antes de...", pero me quedo con los que tienen unos grandes "durante" y enormes "después de...".
¿Quién dice que una película dura unas dos horas? Dura toda una vida.
Quizá en algunos momentos hasta repetimos los diálogos con los protagonistas y aunque sabemos de sobra qué va a pasar, seguimos indignándonos o emocionándonos con sus decisiones y sus desvelos.
Después, en uno de esos salones de la sierra, tres de esas féminas nos enfrascamos en un acalorado debate sobre lo que hemos visto, como si no lo hubiéramos tenido ya infinidad de veces... Pero lo mejor es que, en cada una de ellas llegamos a conclusiones diferentes, o nos intercambiamos los roles, o discutimos sobre otros detalles, o simplemente nos contagiamos las emociones y los recuerdos que nos produce, o...
Podríamos estar horas enlazando además de ésa, otras tantas cartársis que nos producen otras no pocas historias. Subiendo hasta la cima, riéndonos a carcajadas y aturullándonos al hablar. Cavando hasta el infierno, abriéndonos en canal y poniendo las vísceras encima de la mesa. Iniciando y subsanando más de uno y de dos rifirafes que se producen por el camino. Embelesándonos con imágenes inolvidables, dignas de cualquier coleccionista de arte millonario. Pero siempre, con ese brillo en los ojos que te produce la satisfacción plena.
Ayer a las cinco de la tarde una cadena de televisión programó Tal como éramos de Sidney Pollack y durante dos horas sé que unos cuantos hogares tenían los platos sin fregar, la ropa húmeda sin tender y la piscina y el calor no existían. Y ayer a las siete de la tarde cuando ya había acabado, no hacíamos otra cosa más que expulsar todo aquello que nos hace sentir. Compartir esa experiencia tan onanista como es ver una película.
Ayer fue Tal como éramos, otro día puede ser Un tranvía llamado deseo o Rompiendo las olas u Hoy empieza todo o Irma la dulce o miles, millones más...
Todo comienza con el primer segundo de cualquier película, pero no termina nunca. Adoro los "antes de...", pero me quedo con los que tienen unos grandes "durante" y enormes "después de...".
¿Quién dice que una película dura unas dos horas? Dura toda una vida.
29 de junio de 2009
Orgullo
orgullo.
(Del cat. orgull).
1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
¿Por qué hacemos de todo un arma de doble filo? ¿Por qué llevamos todo a su extremo? ¿Por qué no encontramos nunca la "justa medida"?
De las mejores semillas puede, al final, nacer la peor hierba, la venenosa.
De la mejor casta puede nacer el peor engendro.
De las mejores intenciones salen los más cruentos crímenes.
El orgullo es el que nos mueve a defender con uñas y dientes lo que hacemos, lo que vivimos, lo que amamos..., en definitiva quienes somos.
Pero también es el que nos hace cerrar los ojos, acallar las palabras, maniatar a la comprensión..., en definitiva quienes podemos llegar a ser.
Como siempre, jueces y verdugos del compañero de viaje y madres indulgentes con nosotros mismos.
Desde luego que en los tiempos que corren necesitamos seguir con él este abrupto camino en el que nos hemos metido (¿de qué habremos pecado?), pero mejor llevarlo de la mano con una sonrisa que subido a la chepa, machacando hasta a nuestra jorobada sombra.
(Del cat. orgull).
1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
¿Por qué hacemos de todo un arma de doble filo? ¿Por qué llevamos todo a su extremo? ¿Por qué no encontramos nunca la "justa medida"?
De las mejores semillas puede, al final, nacer la peor hierba, la venenosa.
De la mejor casta puede nacer el peor engendro.
De las mejores intenciones salen los más cruentos crímenes.
El orgullo es el que nos mueve a defender con uñas y dientes lo que hacemos, lo que vivimos, lo que amamos..., en definitiva quienes somos.
Pero también es el que nos hace cerrar los ojos, acallar las palabras, maniatar a la comprensión..., en definitiva quienes podemos llegar a ser.
Como siempre, jueces y verdugos del compañero de viaje y madres indulgentes con nosotros mismos.
Desde luego que en los tiempos que corren necesitamos seguir con él este abrupto camino en el que nos hemos metido (¿de qué habremos pecado?), pero mejor llevarlo de la mano con una sonrisa que subido a la chepa, machacando hasta a nuestra jorobada sombra.
5 de junio de 2009
Batallitas
Me provoca una extraña mueca, entre dolor, asco y finalmente risa, si es que esos tres sentimientos se pueden combinar en una cara cual cocktail servido en una copa helada. Porque algo helada también me quedo y quizá en algunos momentos hasta rozando la ira, con lo cual se deduce que termina subiéndome la temperatura, en una rara reacción en cadena fisiológica.
Es irónico, triste y hasta asqueante como a los hijos de la fortuna nos gusta acallar la conciencia. Como nos autoproclamamos soldados de una batalla que no existe porque sencillamente no la hemos creado, tampoco queremos, ni nos apetece una mierda hacerlo.
Pero tenemos boca y nos han regalado buenísima educación, así que gracias a ello llenamos nuestra cabeza de palabras grandilocuentes tan huecas como nuestras intenciones e incluso somos capaces de plasmarlo en páginas y páginas que iluminarán a los ciegos y grises robots que, claro, están a años luz de nuestra visionaria conciencia y con todo eso no sólo nos quedamos tranquilos sino que podemos erigirnos en lo más alto de la cúspide contestataria y sonreír satisfechos por lo considerados e idealistas que somos, siendo conscientes de lo agradecidos que estarán todos los sin voz porque nosotros gritemos por ellos y...
Y nos quejamos. Sí nos quejamos de lo duro que es vivir en nuestra piel cuando estamos cada día yendo a trabajar en nuestros coches que más tarde irán más que repletos con todas nuestras compras que llenarán los amplios armarios de nuestras casas que luciremos en reuniones con todos esos amigos con los que nos quedaremos degustando esos caprichos nocturnos que nos abren la mente para arreglar este mundo...
Ninguno nos atrevemos a girar la cabeza, mirar al de al lado y verle, y con una sonrisa de las de antaño y una mano en el hombro, espetar un abierto: "¿Qúé tal"?
Pero sinceramente, ¿alguien puede echarlo en cara?
Es irónico, triste y hasta asqueante como a los hijos de la fortuna nos gusta acallar la conciencia. Como nos autoproclamamos soldados de una batalla que no existe porque sencillamente no la hemos creado, tampoco queremos, ni nos apetece una mierda hacerlo.
Pero tenemos boca y nos han regalado buenísima educación, así que gracias a ello llenamos nuestra cabeza de palabras grandilocuentes tan huecas como nuestras intenciones e incluso somos capaces de plasmarlo en páginas y páginas que iluminarán a los ciegos y grises robots que, claro, están a años luz de nuestra visionaria conciencia y con todo eso no sólo nos quedamos tranquilos sino que podemos erigirnos en lo más alto de la cúspide contestataria y sonreír satisfechos por lo considerados e idealistas que somos, siendo conscientes de lo agradecidos que estarán todos los sin voz porque nosotros gritemos por ellos y...
Y nos quejamos. Sí nos quejamos de lo duro que es vivir en nuestra piel cuando estamos cada día yendo a trabajar en nuestros coches que más tarde irán más que repletos con todas nuestras compras que llenarán los amplios armarios de nuestras casas que luciremos en reuniones con todos esos amigos con los que nos quedaremos degustando esos caprichos nocturnos que nos abren la mente para arreglar este mundo...
Ninguno nos atrevemos a girar la cabeza, mirar al de al lado y verle, y con una sonrisa de las de antaño y una mano en el hombro, espetar un abierto: "¿Qúé tal"?
Pero sinceramente, ¿alguien puede echarlo en cara?
21 de abril de 2009
Tú
Tengo que reconocerlo mirándote a los ojos, cara a cara: eres mi peor enemigo.
Siempre tú ahí detrás, acechando, marcando, limitando... Tú y sólo tú eres la causa de todas, o casi todas, mis cicatrices y de las héridas que aún me lamo con dolor. Tú, artífice de las lágrimas, la hiel, la desesperación, el miedo...
¿De dónde sale ese odio brutal que me inmoviliza y me amordaza? ¿Dónde nacen esas fuerzas eternas para estar ahí zancadilla tras zancadilla? ¿Dónde escondes toda esa inteligencia para urdir plan tras plan?
Y sobre todo, ¿hay tregua? ¿me vas a dar un segundo para que pueda sacar la cabeza y respirar?
¡Tú! ¡Sí tú! ¡Ten ahora esas agallas que utilizas para empequeñecerme y respóndeme! ¡Sal del espejo de una puta vez!
Siempre tú ahí detrás, acechando, marcando, limitando... Tú y sólo tú eres la causa de todas, o casi todas, mis cicatrices y de las héridas que aún me lamo con dolor. Tú, artífice de las lágrimas, la hiel, la desesperación, el miedo...
¿De dónde sale ese odio brutal que me inmoviliza y me amordaza? ¿Dónde nacen esas fuerzas eternas para estar ahí zancadilla tras zancadilla? ¿Dónde escondes toda esa inteligencia para urdir plan tras plan?
Y sobre todo, ¿hay tregua? ¿me vas a dar un segundo para que pueda sacar la cabeza y respirar?
¡Tú! ¡Sí tú! ¡Ten ahora esas agallas que utilizas para empequeñecerme y respóndeme! ¡Sal del espejo de una puta vez!
4 de febrero de 2009
Errores
Aprender de los errores… no volver a tropezar con la misma piedra… adquirir experiencia de los fallos cometidos… pero ¿y de los sufridos?
Paseamos con la lección bien aprendida desde que comenzamos a dar los primeros pasos solos en nuestro camino. Casi siempre, (con énfasis en ese “casi”), sabemos esgrimir la moraleja de todo aquello que nos ha hecho sentirnos avergonzados, pobres, incómodos o indignos… Mas ¿qué nos ocurre cuando somos las víctimas de esos errores? ¿Sabemos exprimirlos de la misma manera? Somos capaces de distinguirlos, por más nimios que sean, nombrarlos, airearlos e incluso clasificarlos y aplicarles un castigo o pena. Pero ¿aprovechamos algo de ello? ¿Somos conscientes, desde nuestra magnánime posición de víctimas, de que podemos también sacarle partido a ese gran o diminuto fallo cometido por otro? Es más, cuando ese error, por arte del lenguaje, y por crueldad del ser humano, se convierte en horror, ¿lo hacemos causa contra la que luchar?
Las heridas de la culpa nos dejan tal cicatriz que ya siempre nos mantendremos alerta. Pero los restos cercenados por otro los exhibimos en procesión, como plañideras, aunque sin acordarnos realmente del miembro mutilado. Sin darle una causa, un fin, un motivo, por el que valga esa pena.
Y cuando dejamos de llorar y de gritar, nos damos cuenta de que, a nuestro paso, hemos ido dejando un cementerio con nuestros propios cadáveres… y entonces ya es muy tarde para repasar la lección…
Paseamos con la lección bien aprendida desde que comenzamos a dar los primeros pasos solos en nuestro camino. Casi siempre, (con énfasis en ese “casi”), sabemos esgrimir la moraleja de todo aquello que nos ha hecho sentirnos avergonzados, pobres, incómodos o indignos… Mas ¿qué nos ocurre cuando somos las víctimas de esos errores? ¿Sabemos exprimirlos de la misma manera? Somos capaces de distinguirlos, por más nimios que sean, nombrarlos, airearlos e incluso clasificarlos y aplicarles un castigo o pena. Pero ¿aprovechamos algo de ello? ¿Somos conscientes, desde nuestra magnánime posición de víctimas, de que podemos también sacarle partido a ese gran o diminuto fallo cometido por otro? Es más, cuando ese error, por arte del lenguaje, y por crueldad del ser humano, se convierte en horror, ¿lo hacemos causa contra la que luchar?
Las heridas de la culpa nos dejan tal cicatriz que ya siempre nos mantendremos alerta. Pero los restos cercenados por otro los exhibimos en procesión, como plañideras, aunque sin acordarnos realmente del miembro mutilado. Sin darle una causa, un fin, un motivo, por el que valga esa pena.
Y cuando dejamos de llorar y de gritar, nos damos cuenta de que, a nuestro paso, hemos ido dejando un cementerio con nuestros propios cadáveres… y entonces ya es muy tarde para repasar la lección…
P.D. Es un placer volver... os he echado de menos.
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