Existe una fina línea, imperceptible diría yo, pero infinita.
Es esa línea que nos separa de cualquier estado, final, consecución, premio...
Desde lo más pequeño y cotidiano a lo más grande y trascendental. El sueño, el deseo, el amor, el odio, la mediocridad, el éxito, la locura, la felicidad...
Estamos al borde de esa minúscula línea en miles de ocasiones, pero si alzamos la vista no llegamos a abarcarla.
Podemos agarrarnos a ella como a un salvavidas, cuando algo, alguien, nosotros mismos, nos empujamos a cruzarla.
Podemos tomar miles de kilómetros de carrerilla para saltar apenas unos milímetros, sin conseguirlo en la vida.
Podemos quedarnos sentados observando el otro lado, creyendo que cuando queramos podemos alargar la mano, sin hacerlo nunca.
Podemos cruzarla sin querer, de un tropezón.
Incluso podemos jugar con ella como a la comba, durante toda nuestra existencia.
Nos encontramos con varias, decenas, miles. Las eludimos o las buscamos. Temblamos o nos lanzamos con los ojos cerrados. Hemos llegado hasta a arrepentirnos de cruzar alguna que otra.
Hasta lo último que hacemos es cruzar una, la más fina..., la más difícil.
1 comentario:
Demasiadas líneas, pero supongo que la vida es así...
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