Hay historias que no se pueden enterrar, no se pueden acallar ni tapar, ni siquiera, transfomarlas. Porque no son historias, son voces, son pieles, son miradas, son gritos y heridas y sangre y dolor.
Son injusticias cometidas con total impunidad, son ejecuciones programadas, son poblaciones esquilmadas, son familias, hijos, padres, hermanos...
Por eso cada vez que una explota en el aire, cada vez que alguien grita, escribe, habla, cuenta, clama... hay que celebrar que podemos hacerlo, que nadie nos puede quitar ese poder de contar historias, hay que poner los oídos y abrir las mentes, hay que poner toda la atención para hacer nuestra cada una de ellas y que se haga eterna, enorme e invencible.
Porque toda esa gente habla a través de nosotros que somos tan privilegiados como alto podemos chillar y esa beneficiosa posición conlleva una honrosa responsabilidad: la obligación de la memoria; la necesidad del habla; la exigencia del conocimiento.
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2 comentarios:
No solo es una obligación moral, es un privilegio que pasa desapercibido por lo cotidiano.
Un placer leerte como siempre.
Hello reina, por fin he conseguido firmar.
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