13 de marzo de 2012

Salvar las circunstancias


Hay a quien le parecerá una auténtica burrada, pero la manera que tenía, y tengo, de asimilar los más complejos sistemas filosóficos es, como con las matemáticas, reducirlos a la cuenta de la abuela, es decir, al ámbito de estar por casa. Funciona, sobre todo con las teorías sociales y antropológicas.
Y no hay más que abrir los ojos, bueno, o poner la televisión para, cada día, poder repasar alguna y constatarla, por desgracia en muchos casos.
No puedo evitar meterme en estas inútiles diatribas, con el ceño fruncido, mientras asisto a todo lo que pasa, quizá porque todavía intento rebuscar en mi interior un poco de ese optimismo, esa positividad, que no positivismo, que me falta, que perdí en algún lugar entre "Campeones" y "Documentos TV".
Últimamente me acuerdo del señor José, sí, de Ortega y Gasset, el mismo, que no era periodista, sino filósofo y que escribía no solo artículos, sino grandes ensayos en los que analizaba y criticaba todo eso que los periódicos recogen.
Porque él ya advirtió, hace poco de tiempo, antes de ayer, de todo esto que se venía encima y que muchos ahora, leyéndole, arrugarían el gesto tachándole de ser tan cerrado y f... (no quiero ni decirlo), como realmente son ellos.
Y, aunque sería bueno repasarlo, (promesa hecha de que lo haré), voy a algo mucho más sencillo: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo». 
¿Os suena? Sí, hombre, si lo vemos todos los días. Bueno, realmente, lo llevamos a cabo todos los días, ¿o no? 
¿Todavía no caéis? Os lo presento en chiste: "Joder, qué putada, a ti se te muere la madre y mí se me pierde un boli...".
¿Así mejor? Por supuesto, quien esté libre de mirar las cosas según le van a él, que se presente a premio Nobel de la Paz, por favor.
Creo que con esto ya no tengo mucho que añadir, quizá que lo peor de todo, sea la segunda proposición: "...y si no la salvo a ella, no me salvo yo".
De ahí podemos entender cómo los candidatos "ganan" las elecciones, no son elegidos, porque no van partidos, van auténticas facciones, (cómo nos desenmascara el lenguaje...).
Cómo hay varias asociaciones para, por ejemplo, las víctimas del terrorismo, que fomentan el odio entre ellas.
Cómo hay quien piensa que, en su vecino de enfrente, según lo que defienda, tiene a un contrario, a un rival, hasta una amenaza...
Cómo hay políticos, aquellos que trabajan al servicio del país, (¡¡¡ay, añorada minoría dirigente ilustrada, don José!!!), que intentan enquistarse a su puesto, aunque el mismo agonice y no dé más de sí, y otros que se han regocijado de que esté agonizando, (no han arrimado ni un pelo), solo por poder entrar ellos y carroñear los restos.
Cómo no existe la misma reacción a idéntica acción y dependiendo de dónde se reciban o se ejecuten las mismas, son justas o no, o son verdaderas o no. 
Sí, visión simplista, pero casi podría afirmar que fue lo que empezó a ver el señor Ortega y Gasset, que siguió buscando esa razón vital como grito desesperado en defensa de ese hombre que lucha, con uñas y dientes, solo por salvar sus circunstancias, sean cuales sean las mismas, sean cuales sean las de los demás.