12 de febrero de 2007

Condenas

Nadie es perfecto. Todos lo sabemos. Sabemos que hasta el alma más elevada comete errores. Que hasta la mente más entrenada tropieza. Que hasta el ser más bienintencionado puede caer en la vileza.
A pesar de ello hemos creado un constructo social y espiritual llamado culpa que nos atenaza y nos paraliza llevándonos en muchos casos a la oscuridad total.
En el momento en el que alguien cae en el error, produciéndonos el daño, accionamos los mecanismos de defensa y castigo, el más efectivo es la culpa. Nos elevamos jueces y verdugos de ese alma y la masacramos con la flechas de la conciencia y más bajo aún, del cariño que nos puede tener, lanzándoselo a los piés en un intento de hacerle creer más ruín. Porque es directamente proporcional el amor que existe entre dos personas a la cantidad de castigo que se impone.
La culpa nos corroe, nos impide pensar, nos convierte en peleles a merced del perjudicado. A su vez él, olvida todas y cada una de las razones por las que nos había adjudicado un lugar en su corazón, no es capaz de accionar la balanza y sopesar cuán vale el daño infringido por el amor mantenido, siendo en ese preciso momento cuando más hay que tenerlo presente.
Parece que al estar heridos se nos olvida nuestra condición humana, sobre todo la del reo, y con ello la intrínseca capacidad del hombre de cometer errores, incluso, os lo recuerdo, sin darse cuenta. A pesar de conocer a una persona durante años, nos "percatamos" con una sola acción de que esa persona es la peor que ha pasado por nuestras vidas, sin ninguna duda.
Incluso nos creemos en el derecho inalienable de ni siquiera informarle de su culpa antes de condenarle.
Se nos olvida, y creo que esto es lo peor, que cuando alguien nos agrede, hay que mirarle de igual a igual, no desde el estrado. Es difícil, lo sé, pero más difícil es pedir perdón de verdad, y somos capaces.





3 comentarios:

meri dijo...

Pedir perdon es facil, si la culpa no te deja mirar a otro lado, perdonar es de Dioses, olvidar, borrar, resetear, sin que quede na de ná, ni una miajina de puntada en la tripa

Anónimo dijo...

Eso de mirar a alguien de igual a igual es muy dificil para el ser humano...
Somo débiles, y la debilidad nos hace caer en la vileza (a veces), aunque realmente no queramos hacer daño a nadie (a veces)...Y cuando hacemos daño a alguien que nos importa nos damos cuenta de lo mal que lo hemos hecho. Y como también el ser humano es rápido en sus juicios hará lo que muy bien has dicho: Condenarle sin avisarle de la culpa. Y entonces llegará el remordimiento, el verdadero sentimiento de culpa...pero no por lo que has hecho mal, sino porque esa persona ya no cree que seas bueno.

;)

Anónimo dijo...

la culpa es mia.